miércoles, 5 de octubre de 2011


Éramos dos sombras escondidas en el rincón más profundo de tu coche, y ahí nos quedamos hablando por horas, compartiendo nuestras vidas y viviendo los momentos del otro a través de recuerdos hablados. Yo dije en voz alta aquello que había estado pensando hace tiempo, de mis preocupaciones más intensas. Tú no lo tomaste como algo importante, es más, creo que pensaste que era tonto. Pero para mí, el decirlo en voz alta, casi logró que la voz se me quebrara. Los minutos iban pasando, rápido como si se tratara de una carrera contra el tiempo.
¿Sabes? A veces pienso que la vida es malvada, hace que los buenos momentos los vivamos más rápido mientras que los malos, los malos duran para siempre.
No soy del tipo de chicas que se arriesgan, o al menos eso me han dicho. Por eso cuando te vi dudando pensé que nada iba a suceder, por eso me remindí ante nuestro destino definitivo. Nunca íbamos a estar juntos, no podíamos ¿No? Por eso cuando tú pusiste tus labios sobre los míos por primera vez todo se tornó confuso. Incluso ahora, pienso acerca de ello y me parece más un sueño que la realidad. Porque por primera vez alguien había tenido el valor de conseguirlo, de hacerme sentir confundida en verdad, de resaltar cada una de mis dudas y preguntas escondidas, de hacer que me olvidara de absolutamente todo y me hundiera en una efímera felicidad vestida de desconcierto.
Y cuando me miraste a los ojos preguntándome una y otra vez que habíamos hecho yo no tenía respuesta. Tal vez porque yo misma me preguntaba lo mismo. Porque mis oídos retumbaban con preguntas mentales. Así que hice lo que mejor se me da, me quedé callada y seguí acariciando tu cabello, pensando, dudando. Si hay algo bueno en mí es que usualmente trato de controlar mis emociones. ¿Pueden las personas apagar las preguntas en su cabeza? Yo lo hice, todo ese tiempo entre risas y confesiones había dado como fruto esto mismo.
¿Te digo la verdad? Cuando llegué a mi casa ese día quería correr lejos. Como si el viento que rozaba mi cara fuera a despejar cada una de las preguntas escondidas en mis frías expresiones. Esa noche fui a dormir sin pensar en nada, estaba muy cansada para pensar más. No sabía que iba a pasar con nosotros, si me conocieras un poco más te darías cuenta de que no soy la mejor persona tomando decisiones.  Así que decidí que tú decidirías, y me fui a dormir, junto al efervescente  sentimiento de la duda, sólo para sonreír una vez más antes de quedar inconsciente en las profundidades de aquella noche de mayo. 

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